sábado, 29 de noviembre de 2008

Quien decide cuanto dolor se puede soportar? Eutanasia

El término eutanasia deriva del griego: "eu" (bien) y "thánatos" (muerte). Es todo acto u omisión cuya responsabilidad recae en personal médico o en individuos cercanos al enfermo, y que ocasiona la muerte inmediata de éste con el fin de evitarle sufrimientos insoportables o la prolongación artificial de su vida. Cabe destacar dos datos relevantes: para que la eutanasia sea considerada como tal, el enfermo ha de padecer, necesariamente, una enfermedad terminal o incurable, y en segundo lugar, el personal sanitario ha de contar expresamente con el consentimiento del enfermo. Actualmente, se distingue del término 'muerte digna', que consiste en el otorgamiento de medidas médicas paliativas (que disminuyen el sufrimiento o lo hacen tolerable), de apoyo emocional y espiritual a los enfermos terminales.

En debates sobre la eutanasia resulta fácil escuchar frases como esta: “una cosa es matar a las personas, y otra distinta es ayudarles a morir cuando lo desean por motivos razonables y serios”.

La frase es sumamente ambigua y engaña a más de un incauto. ¿Cómo entender la fórmula “ayudar a morir”? ¿De qué tipo de “ayuda” se trata?

Los defensores de la eutanasia saben perfectamente bien qué están pidiendo con la fórmula “ayudar a morir”. Quieren que sea lícito que algún médico, enfermera, familiar, amigo o funcionario público, pueda provocar la muerte (esperamos que de forma indolora) de un enfermo en fase terminal o de alguna persona sana que no es capaz de suicidarse por sí misma y pide “ayuda” para dar el paso hacia la muerte.

En realidad, esta “ayuda a morir” es, simplemente, matar. Porque hacer algo que provoca la muerte, sea a escopetazos, sea con una inyección tóxica, sea con una bolsa de plástico que provoca la asfixia, sea con privar de alimentos a un enfermo inmovilizado, es siempre lo mismo: matar.

Necesitamos, entonces, plantear las cosas con toda su crudeza y claridad. Discutir sobre la eutanasia significa responder a esta pregunta: ¿puede un estado aprobar leyes que permitan a algunas personas matar a otras?

Los defensores de la eutanasia dirán que en tales leyes habrá indicaciones muy claras para evitar cualquier abuso, con garantías y controles bien definidos. Según ellos, no todos tendrían “derecho a la eutanasia”.

La eutanasia sería sólo para quienes la piden de modo lúcido y constante, para quienes tienen enfermedades incurables y graves, para quienes sufren mucho. Sería aplicada bajo severos estudios médicos, ante el juicio de dos o tres peritos, en las máximas condiciones de higiene, con sistemas que eviten cualquier forma de dolor...

Pero todas esas garantías y otras más que se puedan añadir no quitan el hecho duro y crudo: aprobar la eutanasia es otorgar a algunos el permiso para matar a otros. A otros que viven en el dolor, o la desesperación, o la soledad. A otros que podrían no pedir la muerte si tuviesen a su lado más amigos y menos aparatos, más caricias y menos burocracia, más calmantes bien dosificados y menos papeleo para recibir las curas básicas que merece todo ser humano y, de modo especial, todo enfermo.

Una pregunta abierta para todos quien tiene el derecho a decidir cuanto dolor puede soportar el enfermo, los familiares que desean que siga viviendo, dandole tratamientos dolorosos o el enfermo que es el que esta sintiendo toda la tortura y dolor, quien decide cuando es tiempo de descansar-

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